El cielo de Bombay

Eran cerca de las 20h cuando el avión aterrizó en Mumbai. El aeropuerto era como cualquier otro con sus cintas de equipajes, pasillos interminables y salas de espera repletas de pasajeros. Había sido un viaje largo, más de diez horas contando con una escala a mitad de camino.


Una vez recuperada mi maleta, encontré sin problemas a Mr. Dougal, nuestro contacto allí. Nos saludamos afectuosamente y juntos abandonamos el edificio de la terminal y, al instante,  me di de bruces con el cielo y los aromas de ese maravilloso país. La brisa olía a tierra mojada, a cúrcuma y a cilantro. La luz también era diferente, tenía un sutil tono anaranjado y pinceladas de añil. 


Bajo un sencillo pórtico de hormigón, la gente que se arremolinaba en torno a una interminable fila de taxis que esperaban pacientemente para trasladar a los viajeros a la ciudad. Supe enseguida que se trataba de un lugar especial, una tierra distinta a todos los otros lugares en los que había estado.


Mi propósito en la India, era encontrar dos nuevos proveedores de tejidos para la empresa en la que estaba trabajando en Valencia. Tenía varías entrevistas apalabradas con productores locales y algo más de una semana por delante para conseguir los objetivos que nos habíamos propuesto, comprar la mejor calidad posible a un precio razonable.


Desde el principio, las negociaciones fueron sencillas porque el trabajo previo ya estaba hecho. Yo conocía bien las especificaciones técnicas, el precio y la calidad del producto que quería comprar. Por su parte, los productores eran  gente muy experimentada y competente y no querían perder el tiempo en nimios regateos sino construir un relación duradera entre cliente y proveedor, una relación basada en la confianza mutua y el trabajo bien hecho.


Durante esos días, conocí a gente maravillosa que hizo que mi trabajo se convirtiera en una tarea agradable y satisfactoria y también tuve ocasión de visitar algunos lugares fantásticos que antes, solo había visto en fotografías o documentales a la hora de la siesta. 


El día a día en el comercio internacional, en las operaciones de import-export, está plagado de retos diferentes y nos da la oportunidad de conocer nuevas culturas, lenguas y mejora nuestro juicio y visión personal de los acontecimientos y situaciones que nos rodean. Tanto en el trabajo en oficina como en el exterior, en misiones comerciales de compra o venta, el ciclo formativo de grado superior de comercio internacional nos brinda innumerables oportunidades para desarrollarnos en campos como la negociación, el marketing, el transporte y la logística o los idiomas extranjeros. 



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